A continuación, comparto unos poemas del libro Sustancias que nos sobreviven, de Alejandro Cortés González. El libro fue publicado en 2015 por la Universidad Industrial de Santander.
Al final podrán encontrar unas palabras que el también poeta Guillermo Martínez González escribió a propósito de este libro.
Los aguaceros
Todos tenemos unos zapatos que llaman los
/aguaceros:
los más blancos
los que más grabados de calle traigan en la suela
Acuérdate de mis zapatos de lona blanca
Te parabas en ellos y éramos la misma sombra
Aunque la suela fue desprendiéndose de la costura
tu pie nunca tocó el suelo
Acuérdate de ellos tirados bajo la cama
en un crujir de tablas
Su boca tragaba los ácaros de la noche
y recibía mi pie desnudo
para ir a desayunar
Acuérdate de cuánto te espantaban la vejez y
/suciedad que
afligían a sus telas
Es una epidemia -pensarías-
que se extiende por mi pie y por el tuyo
y nos contagia todo
La suciedad no enloda si el recuerdo es limpio
la vejez no corroe si el recuerdo es joven
lo que mata no es la muerte
lo que mata es el olvido
Entonces acuérdate de que lavar esos zapatos
invitaba a la lluvia y al agua de charco
a entrar por donde la suela se alejó de la costura
Acuérdate de los saltos para huir de la tormenta
y escampar en los cobertizos
Tus pies empinados encima de mis zapatos
para que bajo el paraguas existiera el beso
Acuérdate
hoy que llueve
y es de noche
y no estás conmigo
Seremos distancia
nos haremos viejos
pero nuestra edad siempre será la que teníamos
/en el último
recuerdo
Rescaté mis zapatos cuando los exiliaste al armario
Corrieron con los tuyos y nadie estuvo solo
se pararon bajo los tuyos y ambos estuvimos a salvo
porque las aguas no pudren si el recuerdo es limpio
las noches no tiznan si el recuerdo es diáfano
tú ya sabes qué es lo que mata
acuérdate
hoy que llueve
y es de noche
y estás lejos
y no me nombras
como mis zapatos
nombran los aguaceros.
Satélite
Esto fue lo que tu nieta menor dijo la noche que perdió su
premier globo: “Se rompió mi bomba, por eso la luna me acompaña.” Le contó lo
sucedido a los gatos de la casa; abrió un libro y nos inventó historias de
gatos con globos, para que pensáramos que a sus tres años, ya sabía leer.
¿Que por qué te cuento esto?... Bueno… A veces me da por
hablarte… tú sabes… sentir que aún nos miras. Le tomo cariño a la idea de que
todavía cuidas de tus hijas, de sus hijas, y te vuelves satélite para
acompañarlas, cuando se rompen los globos.
Ofrenda del abismo
Para un nacer de alas
el acero deber cortar la carne y arrojar el cuerpo
No es el cielo quien otorga el vuelo
Es la caída.
Home sweet home
Los sábados durante mi último año de colegio, recorría
discotiendas en busca de música de Mötley Crüe. En un almacén del barrio
Galerías encontré en acetato Dr. Feelgood, su álbum más reciente.
Anduve las calles del centro, desde la diecinueve hasta la veinticuatro, y
conseguí Girls, girls, girls también en acetato, Too
fast for love y Shout at the devil en CD, y por
encargo, después de dos meses de trámites de importación, Theater of
pain en casete. Tan pronto lo tuve en mis manos lo metí al walkman. La
quinta canción del lado A era mi favorita: Home sweet home. Me notó
tan feliz el vendedor, que me regaló dos afiches de la banda. Mi papá los vio
pegados en la pared de mi cuarto. Vio los acetatos. Los cedés. No entendió lo
del maquillaje glam. No le gustó eso de gastarse la plata de las
onces en música, como si la ausencia de música no dejara más vacíos que el
hambre. Lo rompió todo, hasta la tarjeta del almacén de Galerías. Pasé el resto
de sábados del bachillerato lavando las paredes de SU apartamento, escuchando
en mi walkman el único casete sobreviviente y aprendiendo que Home
sweet home, es una canción de despedida.
***
Sustancias que nos sobreviven: las ciegas
constancias del poema
De Guillermo Martínez González, Bogotá, 23 de junio de
2015
La poesía exige un conocimiento lento e intangible, sus
dominios verdaderos pertenecen en última instancia a lo invisible, a las
percepciones del silencio. En los transbordos del alba, en la página en
blanco, en las fisuras del tiempo y en los paréntesis de eso que de manera
torpe llamamos la realidad, de eso con que designamos el goteo menesteroso y
utilitario de la vigilia, desata el sentimiento de lo perdido, la
nostalgia del paraíso, la turbulencia del destierro.
A todo aquello se refiere sin duda este aforismo de la
última parte y que de alguna forma concentra el sentido secreto de Sustancias
que nos sobreviven y constituye la brevedad de su Poética: “Vocación
por compensar al mundo tiene la poesía. Allí aparece lo que acá se extingue. En
la gruta del verso, la presencia del vacío”.
Luz Elena Cordero, una de las jurados que concedieron
a este libro el Premio Nacional de Poesía UIS 2014, señala de su lado, entre
otros aciertos, el tono preciso de Sustancias que nos sobreviven para
rescatar objetos concretos que sobreaguan en los intersticios de la disolución:
“La poesía, como el sueño o la memoria, despierta las sensaciones que
parecieran sepultadas en el olvido para devolverles su espacio y su tiempo,
aunque estas duren un parpadeo o habiten en un verso”.
El libro de Alejandro Cortés con el rango del vuelo de la
mariposa, fluye espontáneo, se llena de densidad sin aspavientos, está allí con
el fulgor de las cosas, con su prolongación instantánea, su evocación
exacerbada que nos remite a cada paso a su vacío, a su extinción. Las recupera
porque ya no existen, o están a punto de desaparecer. Su ritmo sencillo es
engañoso, se concentra en un punto ciego, en la unidad oculta del ser y no ser,
de lo que creamos para sobrevivir, para obtener el respiro sobre lo que ya está
amenazado por la nada: “La poesía necesita del vacío para habitarlo”, escribe
de manera mucho más contundente, en otro de sus teoremas del final de Sustancias
que nos sobreviven.
Los poemas de Cortés González inquietan porque no se sabe si
las cosas gravitan sobre nosotros, nos entregan su alma y nos definen, o si,
por el contrario, somos nosotros los que las convocamos porque nos salvan al
establecer un equilibrio esencial que nos preserva de la nada. De esa
línea imprecisa entre el sujeto y las cosas, se abastece el texto, recupera por
momentos la intensidad de la existencia, la libertad que otorga lo
gratuito, el canto del pájaro, el don de la unidad:
Acuérdate de mis zapatos de lona blanca
Te parabas en ellos y éramos la misma sombra
Aunque la suela fue desprendiéndose de la costura
tu pie nunca tocó el suelo.
Sustancias que nos sobreviven, habla de una infancia
profunda anclada en la memoria y que se intenta recuperar contra el despojo.
Por momentos se revive en los acantilados de la noche, de una realidad que
muchas veces es brutal. Recuérdese por ejemplo aquel poema en el que las
especies de la tierra y las especies del aire sólo se reúnen para las
ceremonias sangrientas de la sobrevivencia, o aquel otro, escenario de pena, en
donde la canción Home sweet home, recalca que la relación con el
padre represivo es sinónimo de ausencia y despedida.
Y habla no sólo una infancia perdida, sino un país
sumido en el desarraigo, anclado en el abismo, invadido como una casa del dolor
por el crimen:
Degollaron
al ruiseñor y tú en tu cántiga
Mutilaron la flor y tú tan espina de crisálidas
Cosieron tu boca para el grito, no para el canto
En el filo que destaja al mundo suena un tambor de manos atadas
Te lloran el Rin y el Magdalena
Tu madre envejeció veinte años de lágrimas
Agua apozada en erizos de cuarzo
No en vano se menciona a Dios en dos o tres poemas, no sin
una cierta y marcada ironía. Lo que subyace en el libro de una manera no
estentórea, es la soledad radical del hombre, su condición de indigencia. Se
invoca a Dios porque estamos expuestos, en una especie de teología
negativa que subraya el abandono, los terrores que no han desaparecido desde
que aquel hombre remoto de la caverna sufriera las primeras confrontaciones de
la realidad y la vida.
***
Alejandro Cortés González (Bogotá, 1977) ha publicado los
libros Notas de inframundo (Novela,Pero la
sangre sigue fría (Poesía, 2012) y Sustancias que nos
sobreviven (Poesía, 2015). Ganador del Premio Nacional de
Literatura de la Universidad Central en las categorías Novela (2009) con Notas
de inframundo, y Cuento (2011) con Él pinta monstruos de mar. Ganador
de la Beca de Circulación Internacional para Creadores del Ministerio de
Cultura (2013), con la que participó en VII Festival Internacional de Poesía en
París. Ganador del VI Concurso Nacional de Poesía UIS (2014), con Sustancias
que nos sobreviven. Ha sido invitado a encuentros literarios en
Suramérica, México y Francia. Es miembro de la Fundación Trilce y coordinador
de la programación cultural de la Librería Trilce en Bogotá.
2010),
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