Al poeta Marco Fonz lo vi por última vez en junio del año pasado en Quito, Ecuador. Él fue la primera persona que conocía con la que entablé conversación en esa mítica ciudad enclavada en los Andes. Lo primero que hice una vez llegué allí fue visitar la sede de la Universidad Central del Ecuador, lo segundo fue llamar a Marco a eso de las nueve de la mañana. Me dio las indicaciones de cómo llegar a su casa donde tuve el privilegio de participar en uno de los talleres de creación literaria que impartía a otra colombiana y a un peruano los sábados en la mañana. Antes de eso me presentó a su gata y a su compañera Iliana Vargas (si, primero a la gata y después a la esposa), me mostró la hermosa panorámica de la ciudad que se desplegaba de lado a lado en el ventanal de su cocina, me preparó unos huevos batidos para desayunar y, finalmente, se sentó a charlar conmigo mientras se comía unos plátanos fritos que había comprado cuando salió a recogerme en una calle cerca de su casa.
Fue un día agradable. Hablamos de muchas cosas: infrarrealistas, nadaísmo, Sor Juana, sus libros, la corrupción en la poesía mexicana y la farándula en la colombiana, políticos (o, más bien, politicastros), cocina, Quito, gatos, Paralelo Cero (el festival de poesía dirigido por Xavier Oquendo que, para ese entonces, había tenido lugar en algunas ciudades del Ecuador)... En fin, fue una tarde maravillosa con una persona amable, sincera, sarcástica y crítica de un sistema que desdeña a los creadores no mediáticos y aplaude a los mercaderes de la cultura que se hacen llamar escritores.
Unos días después de ese encuentro, estando todavía en Ecuador, conversé con Marco mientras me disponía a viajar a Esmeraldas antes de volver a Colombia, y meses más tarde, en diciembre, cuando se acercaba la fecha de año nuevo, hablamos por última vez. Después de intercambiar un par de correos, le llamé para caer en el lugar común de desearle un feliz año nuevo sin saber que ese sería un lugar común que el poeta jamás repetiría. "Omar, un abrazo desde la poetada vida", las últimas palabras que escuché de Marco.
Hoy, a casi treinta días de esa conversación y a casi cuatro de su muerte, recuerdo que las últimas palabras que leí de él fueron las que publicó en su cuenta personal de una red social el mismo día de su suicidio: "Que al final estoy tan solo como un verso". En ese momento no las entendí. Me imaginé que eran una publicación más entre muchas otras, y mientras escribo estas líneas, aún no las entiendo, pero las siento como muchos ahora.
Te sentimos, poeta Marco Fonz, te sentimos desde esta poetada vida que decidiste dejar atrás para emprender el viaje en busca de "las otras fantasmales caras".
Buen viento y buena mar, estimado poeta.
Bogotá, 25 de enero del 2014.
Marco Fonz de Tanya (México, 1965 - Chile, 2014) Fotografía de Iliana Vargas |
VI
En un cuarto hostil como su cuarto
el poeta maldito contempla
a todas sus cosas estrellarse contra las paredes
y crujen sus negros dientes que machacan flor y retiro
y cruje el cielo y su techo en donde se acurrucan
asustadas y mortecinas auroras.
su desmayada luz se vuelve sable
y corta su cabeza.
En el hostil minuto que llega la conciencia
los ojos dan de topes contra el muro
la verdad huye por debajo de la puerta
y el pordiosero se viste de tierra
y la ventana le ve irse y al poeta se le ve
morir en las manos de las gordas.
Una lengua hostil como su lengua
se alarga por las noches y en descuidos
ahorca al infantil y maldito poeta.
Esta fue la última canción que Marco Fonz publicó en su
cuenta personal de facebook el pasado miércoles 22 de enero,
día en que se quitó la vida en la ciudad de Viña del Mar, Chile.
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