El señor Mirrimiz, gato de mañana,
se salió de la villa a la campaña
en paraje sombrío;
A la orilla de un río,
de sauces coronado,
en unas matas se quedó agachado.
El gatazo callaba como un muerto,
escuchando el concierto
de dos mil avecillas,
que en las ramas cantaban maravillas...
... Con buenos modos
al fin logró que le escuchasen todos:
"No soy gato montés o campesino;
Soy honrado vecino
de la cercana villa:
Fui Gato de un maestro de capilla;
La música aprendí, y aún, si me empeño,
veréis como os la enseño
Pero gratis y en menos de una hora.
¡Qué cosa tan sonora
será el oír un coro de cantores,
verbigracia, calandrias, ruiseñores!"
Con estas y otras cosas diferentes,
algunas de las aves inocentes
con manso vuelo a Mirrimiz llegaron:
Todas en torno de él se colocaron.
Entonces con más gracias
y mas diestro que el músico de Tracia,
echando su compás hacia el mas gordo,
consiguió gratis merendarse un tordo.
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