6/26/2018

XIII


(o retrato del papá que tenía los ojos afilados)

Una vez agarré todo el cielo con mis manos infantiles.
Lo tomé, lo abracé, le di forma de unicornio, de paloma, de avestruz.
Él se iba y volvía hacia a mí; se iba y volvía, se iba y volvía
y nos abrazábamos. Se despedía. Al otro día venía, me abrazaba.
Un día llegó mi padre, me miró desde allá arriba y me abismé.
Entonces el cielo no volvió. Casi no recuerdo el mensaje de su azul.
Debe ser que papá no entendía de nubes, ni de astros, ni unicornios
y mucho menos de avestruz. Un puñetazo ebrio le bastó para borrarlo todo.
De mi cielo-niña solo quedan unas flores que dejó mi padre en la tumba de 
                                                                                                  /mi infancia
después de que él mismo la mató.

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