1/09/2013

Sharvelt Kattán Hervas


SEGUNDO GRITO: CEREBRAL INC.

Éramos cuatro de la época que sorbo y sobra, pero ya no queda más (que) esta que soy, bajo un mantel como noche: soy (luego estoy) en el centro.

Otras veces, aprendo a contar las autopistas de la ciudad encerrada entre mis sienes, donde las ventanas son una presencia dolorosa, ausente. Lo que se ve está bajo mi cabello: calidoscopio donde me he construido antes, y a otros también (antes), los hice de los gritos y las risas de mis uñas en la espalda. Y me imagino sostenida al suelo, (veo que) caigo sobre mí, hacia la otra mujer con mi rostro, que abraza la infancia compartida por nosotras. Esa muñeca de sus manos y las mías, la que sonríe de verme desde otros dedos, es lo que anhelaba ser, lo único que queda. Es una pequeña mujerzuela de sueños futuros, de pasados inventados. Lo que se ve, está ya en otra idea.

Éramos, luego fuimos dos porque yo no estaba o era poca para acompañarnos a todas las demás, o era cosa de no entendernos, o era (poca) cosa de otras cosas.

Luego es mamá: me muestra mis ojos sobre mi nariz, sonríe con mis labios, como si le pertenecieran también mis temores: no me reconozco frente a la mujer de donde vengo, tampoco sé si hacia ella voy. Porque no se puede ir así nomás hacia lo desconocido, lo desconcertante, lo descompuesto en otras figuras que ya no son las que acuñaba. Porque no se puede amordazarlas (voces), sin silenciar también el ruido alrededor de mis oídos: Éramos un soplo de whiskey que empuja los cabellos, pero éramos. Ahora solo voy con el lila tenue de la memoria corriéndome las rías de los ojos.


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