(Fragmento)
Yo me muero —hijo mío— porque el tiempo
ya no me da su dimensión de toro.
Porque la vida y Colombia se me van de entre las manos
como el tacto de la piel del moribundo.
Porque a los sueños les pusieron pasta.
Y enlataron el júbilo y la risa.
Me voy porque hay qué medir con metro las ideas.
Hay que poner en fila hasta las lágrimas.
* * *
Me voy porque ahora tienen que pagar impuesto
los árboles sencillos,
los ríos obedientes,
la piedra, las hormigas,
la lluvia consecuente,
el gris intermitente de los asnos,
las luciérnagas por su vientre iluminado,
el sueño mineral de las tortugas
y hasta el clima sexual de las ovejas!
Me voy porque el trapiche renunció
al ladrillo de miel de sus panelas.
La sal a su bruñida casta de marmaja.
Los pueblos al derecho de escribir su nombre.
Los hombres del trópico
ya no viven alrededor de los volcanes de la piña
sino entre la ceniza de los paludismos.
Ya no se les ve crecer el pelo sobre el hombro
a las mazorcas...
ni bailar a las lechugas con su traje de organdí.
Ahora sólo se palpa el almizcle integral de los jornales.
La mínima sangre del labriego.
El tibio cementerio de los ranchos.
El dudoso bolsillo de los clérigos.
El nocturno capital de los burgueses.
Las casas de pellejo de los médicos.
Los edificios de los abogados
construidos con el margen de las viudas.
Ahora las madres bajo su abultado vientre
llevan sólo un cadáver precoz bajo la piel.
El corazón de tus hermanos
ya no es la dulzura en la mitad del pecho.
Se acabaron las diáfanas criaturas,
las gentes con el nombre de cristal.
Las calles no volvieron a cantar en las ventanas.
A los loteros y a los lustrabotas
les sellaron con plomo sus asambleas de esquina.
Y en las casas antiguas el abuelo
—a la sombra del brevo familiar—
doblega en silencio su cabeza blanca,
mientras Colombia en el mapa se desnuda
y le muestra a la América sus llagas!
EMILA DEBE RETOTRNAR EN TIEMPOS DE MEMORIA Y PAZ INCIPIENTE
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