Lo gris
"Mi alma es hermana del cielo gris
y de las hojas secas"
Juan Ramón Jiménez
Amo lo gris.
El plenilunio exacto
de la niebla sutil.
Hay algo melancólico,
indefinido y leve
en la dulzura del dolor así.
Amo lo gris
porque tras él espero
la forma iridiscente
de la felicidad.
En este nostalgioso cortejo
de penurias, sostengo la alegría
de mis heridos pies,
que sólo han encontrado
jazmines ya dolientes
y alguna que otra altura
de redención,
de luz.
Amo lo gris.
En el paisaje oculto
de la risa fugaz
hay algo de fragancias
magnólicas y errantes
que dibuja en los vientos
la transparencia gris.
Amo en lo gris
un cuento de la vida,
orfebre de soledosa
vastedad.
Pinar profundo.
Retorcidas ramas.
Alas que sueñan así
la inmensidad.
Amo en lo gris
el fondo de las aguas
donde se esconde la pasión
del coral.
La terneza de algas.
La sed del mismo vuelo
en procura insaciable
de la lumbre inmortal.
Amo en lo gris
el luminoso marco de las cosas.
El diálogo infinito
del invisible ser.
La amada luna ausente
de las noches veladas
por ese signo oculto
de lo insondable gris.
La angustia que sumerge
sus manos ateridas
en ese mar oscuro
sin conocer el fin,
fue en busca de la estrella
y a veces fue la piedra;
quiso en sí las espinas
y se le dio el dulzor.
La mano de la angustia
tiene falanges grises.
Diez centinelas duros
sobre el reloj de cal.
Los diamantes son grises.
Las esmeraldas grises,
y el brillo que deslumbra
les damos en la lucha
de ansiar en nuestro cielo
la rosa venturosa
que viene de lo gris.
Amo lo gris
talvez porque a mis ojos
dieron color de la fruta total,
que sabe dar al tiempo
de la dicha su esencia
y al tiempo de la pena
sus lágrimas de miel.
Amo en lo gris
indefinidamente,
la llovizna, la niebla,
la arboleda sin sol,
que atesoran en torno
de cosas olvidadas
todo ese mundo tierno
que me hace amar lo gris.
Amo lo gris
indefinidamente,
y soy apenas, creo,
un estuche pequeño de grises
terciopelos
que aprieta el rojo exacto
de la vida que bebe
su propio corazón.
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