4/18/2013

LA VIDA NO PUEDE SER SÓLO ESTA PROFUNDA TRISTEZA

    
Yo, Lorenzo Muelas Hurtado, soy un ex-terrajero, señor. Nací en una rancha que todavía tenemos en la vereda de Gran Chimán, arriba, en las montañas del resguardo de Guambía. En mi casa fuimos siete hijos, cuatro hombres, tres mujeres. Yo soy el tercero. Nunca pude estudiar.
Eso del terraje era así: el latifundista entregaba una parcela, en las mismas tierras que le habían robado a mi pueblo. Daba un pedazo de tierra muy pequeño. A cambio, teníamos que trabajar gratis para él.
    Yo trabajé como terrajero para latifundistas como Mario Córdoba, Aurelio Mosquera y Francisco Morales. Nunca salimos de gran Chimán, ellos se lo vendían entre sí, vendían nuestras tierras y nosotros teníamos que trabajarles sin paga, sólo por la comida que nos tocaba cultivar. Andábamos descalzos. Era una vida muy miserable.
Cuando muchacho, a eso de los trece años, no soporté más. Me dije que la vida no podía ser sólo eso, que la vida no podía ser sólo esa profunda tristeza que veía en mí, en mis hermanos, en mi pueblo. Entonces me fui. Caminé varios días, anduve por ahí, durante mucho tiempo. Hasta que un día tuve la necesidad de volver.
    Fue para unas fiestas. Yo regresé, aunque sabía que por aquí no había vida, que no había porvenir. Pero cuando llegué, mi pueblo estaba cantando y bailando, y me puse a escuchar. Escuché la música de mi raza que hacía mucho no oía. Una música muy profunda y muy triste. La escuché y fue como oír una voz, como si fuera la tierra la que hablara. Yo entendí, esa vez, que uno debe estar en donde pertenece, en los sitios en los que no es un extraño, sino de los cuales forma parte.
    Lo primero fue organizar a mi pueblo, para no pagar el terraje. Eso fue por el 68, cuando yo tenía 30 años.
    Fue una pelea muy dura, pues el gobierno, la Policía, el Ejército, los terratenientes y la iglesia nos atacaban.
    Claro, no iban a devolver fácilmente las tierras que le habían robado a mi pueblo guambiano. Pero logramos reivindicar el derecho sobre nuestras tierras. Eso nos costó muchos muertos, pero las recuperamos. En esa época, lo del terraje era un gran negocio para los blancos. Con decirle, señor, que sólo en Jambaló 15 propietarios explotaban a 500 familias terrajeras.
    Ésa, como le consta a nuestro movimiento, no fue una lucha fácil. Los del gobierno no querían entender nuestras explicaciones. Esa lucha que dimos a los guambianos sirvió para otras comunidades. Así logramos ampliar nuestro resguardo de Guambía, recuperar tierras que tenían los latifundistas, y mejorar un poquito las  condiciones de nuestro pueblo. Era sólo el principio. Ahora, y porque sabemos que nadie hablará por nosotros, decidimos ir a la constituyente. 
    Es que creemos que el Estado debe contribuir a la construcción social y económica de los pueblos indígenas. Y creemos que en la tarea de asignar esos compromisos nosotros tenemos mucho que decir.
    El desarrollo, señor, se debe hacer sin sacrificar vidas y sin sacrificar pueblos. Nosotros hemos sido sacrificados muchas veces. Es hora de arreglar eso. Por eso queremos que el país y el futuro nos oiga a través de la constituyente, pues creemos que nadie merece el exterminio, que nadie merece la miseria, ni ustedes ni nosotros.
    Yo, señor, soy Lorenzo Muelas. Me dicen Taita, porque fui gobernador de mi cabildo hace como cinco años. Ahora soy el señalado por mi comunidad para que el país oiga estas cosas:
    Somos indígenas por pertenecer a esta tierra desde siempre, y somos colombianos por haber nacido en la Colombia actual. Tenemos derecho a nuestros territorios y resguardos, y a todo lo que hay por encima y por debajo de ellos. Tenemos derecho a nuestro propio gobierno. Tenemos derecho a hablar nuestra lengua.
    Deben espetar nuestra propiedad comunitaria. Debemos ser juzgados en nuestra propia lengua, y por jueces indígenas o tribunales especiales de indios y blancos. Tenemos derecho a educar a nuestros hijos en nuestras lenguas y culturas, para seguir existiendo como pueblo. Debemos tener representantes indígenas ante el Estado. Deben dejarnos desarrollar a nuestra manera, sin atropellos. El Estado y la sociedad deben respetar nuestra autonomía.
    Esas son las cosas que yo quiero decir, no como Lorenzo Muelas, sino como indígena. Ojalá, señor, usted me las hubiera entendido en guambiano, porque en nuestra lengua se oyen mejor, de veras...

Diciembre 16, 1990



La crónica anterior fue escrita por Julio Daniel Chaparro y publicada en su libro póstumo Papaíto país, de la Cooperativa Editorial Magisterio.


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