Si bien Omar nació en Bogotá en 1950, desde su infancia se ha relacionado con el Valle del Cauca por su familia paterna oriunda de Tuluá. Abogado de la Universidad Santo Tomás, es un decidido gestor cultural y como tal ocupó la Gerencia Cultural del Valle cuando Gustavo Álvarez Gardeazábal fue gobernador de dicho departamento. Edita y dirige desde 1987 la revista de poesía "Luna Nueva" que completa 35 ediciones y 22 años de vida. Ha publicado por lo menos 12 libros de poesía de los cuales destacamos: "Las muchachas del circo", "Diez regiones", "Un jardín para Milena". "El libro de las cosas", "La luna en el espejo", "Diario de los seres anónimos". Ha compilado los siguientes libros: "El yagé y otros cuentos" de Germán Cardona Cruz, "Luna Nueva, muestra de poesía Latinoamericana actual" y "Luna Nueva, once miradas a la poesía colombiana".
Ha sido incluido en varias antología de poesía tanto nacionales como internacionales, la última de ellas publicada por la Universidad Externado de Colombia de su colección "Un libro por centavos" y que lleva por título "Y si el amor ya no acompaña ¿a dónde ir?" en 2008.
Fue colaborador habitual del Magazín del diario El Espectador de 1990 al 2000 y columnista en los diarios El País y El Occidente de Cali. Hoy, sus columnas de opinión pueden leerse en el semanario El Tabloide de Tuluá y en el periódico de circulación gratuita Cali Cultural.
La Universidad de Antioquia le concedió en 1995 el Premio Nacional de Poesía por su poemario "El libro de las cosas" y la Alcaldía de Tuluá lo condecoró en 1997 con la medalla al Merito Cultural "Germán Cardona Cruz".
Actualmente es profesor de tiempo completo de la Universidad Central del Valle de Tuluá y como tal dirige el Centro Cultural "Gustavo Álvarez Gardeazábal".
A continuación, tres poemas de Omar Ortiz.
ARTE POÉTICA
La poesía es una golondrina. Golondrina que viste falda de colores, tiene sexo, ama, odia, se levanta con ojeras, vive en la acera de enfrente pero irrumpe en mi casa como un torbellino y casi nunca tiene lo suficiente para saciar sus apetitos. Pero vuela, vuela, porque de lo contrario se torna estática, de bronce. Y este pesado elemento sólo existe para que lo caguen las palomas. Por eso cuando me envuelvo en el traje con el que burlo a mis implacables acreedores, mi ojo descubre esa imperceptible manchita que disparada al cielo hace que el mundo sobreviva, y te escriba.
AL AMANECER LOS GATOS
La madrugada de aquel caluroso verano
despertó sudorosa escuchando primero el tropel,
seguidamente los maullidos de gozo,
la feroz riña más tarde
entonces miró al hombre que dormía a su lado
y sigilosa se encaramó en el techo.
HOMENAJE A LEONARD COHEN
Más que la nieve, circula el polvo blanco
en este invierno de Times Square.
Los enganchados
muestran carteles sucios de malos sueños.
Si armas un porro o bebes de la botella
pueden darte un golpe en los testículos
o condenarte a cadena perpetua.
Si usas una jeringa nadie parece notarlo
hasta que convulsionas como Janis Joplin.
Pasa un viento helado por Times Square,
deben ser las tripas de los mejicanos muertos
camino a Texas las que refrigeran los cánticos
de San Patricio.
Pero nadie quiere a los mejicanos,
pongamos mejor una ofrenda floral por los caídos en Irak.
De los talibanes y las burkas de sus mujeres debe provenir
ese aliento gélido.
Hay un olor de alcantarilla en Times Square,
pero los chinos,
que se hacinan bajo tierra, hacen comestible
el icopor que los jóvenes ejecutivos consumen
a las 12 m en las escaleras que conducen al éxito
/en Times Square.
Aunque caminemos hasta el final de Harlem,
de visita en la milenaria abadía,
nadie te nombra Susana
y no subiremos a una limosina,
ni menos haremos el amor en un hotel de Chelsea.
Aún espero la primavera en Times Square.
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