Rafael Saravia González. Poeta, editor y fotógrafo. Nace en
Málaga en el 78 pero viene a León a muy temprana edad. Fundador del Club
Cultural Leteo y Ediciones Leteo. En el ámbito literario, ha colaborado con
diversas publicaciones nacionales e internacionales así como en recitales y
páginas web. Tiene publicado el libro de poemas “Pequeñas conversaciones de
rojo” y participa en las antologías “Novilunio” y “Petit Comité”. En el ámbito
fotográfico ha desarrollado dos exposiciones individuales “Nos queda la
memoria” y en el Varsovia “Ramblas” y otras cuatro colectivas “No tan mayor”,
“Arrabalescos”, “Aleteos del camino” y “Estupor y Temblores” ésta última junto
a Chema Madoz entre otros.
Recientemente ha publicado "Desprovisto de
esencias" (Ed. Renacimiento, 2008).
Poemas
I
Sabemos de los otros
por que así nos llaman.
Secamos a mano nuestras bondades,
las pulimos y engastamos
y así, tan dispuestos de instantes,
nos volvemos apacibles, apetecibles,
sortilegio de nosotros y nuestros percances
II
Quizás suponga una conversación erudita
o todo lo contrario,
el caso es que en medio de grandes invernaderos
a una niña se le ocurrió un castillo de naipes.
III
Lo de nuestros cuerpos
era y sigue siendo una excepción.
Yo pienso que nunca fueron nuestros,
eran de noche y de nadie, amables.
Sólo se acicalaban para besarse
a tientas de todo;
el resto, eran discordias entre imanes.
IV
No sabremos devorarnos sin jardines,
estrellas mironas, reliquias urbanas,
indecencias públicas
o algún que otro transeúnte.
Somos dos pacientes sin sol,
ansiosos de luz caliente y amables de espacios.
Sólo nos batiremos en lugares de viento,
en profundas sociedades...
No sabremos, a estas alturas,
amarnos de uno en uno,
a oscuras, íntimos y en silencio.
PETITE MORTE
Se fue sin prescindir de las bóvedas;
se las llevó todas puestas.
Sacó del extremo convulso una apetencia
/imposible.
Luego, llegó al presente:
Te asomo a mi boca,
te obligo y me obligas a reconocer lo inexacto.
Me bebo tus ángeles y sediento pido tu celo más
/abrupto.
Te tumbas sin sueños,
te agitas y brindas tu último gramo a mi tempestad.
Me vuelves aliento de ficus y baño de inusitada fe.
Te inclinas… me inclino…
lloramos lo alegre en nuestra piel.
MÁRTIR EN VIDA
Sale cada mañana con su capa de estuco bien
/aplicada,
con su altiva menudencia,
rozando con sus pechos las tristes papeleras.
Sale con sus dolores bien abrochados,
con la urgencia del libro cerrado,
con la voz corrompida en el silencio,
sale con su dosis de impotencia,
sale presa de su noche mal zanjada.
Y entro yo,
recluso número once,
fiel paciente de sus tremendeces,
anacoreta de su arrogancia en el destierro.
Entro yo, de nuevo,
para cumplir sentencia,
para barrer los charcos fuera de las afueras,
para crecer subyugado al martirio del ignorante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario