JENIFFER MOORE (1958)
Argentina y estadounidense, Trabajadora Social graduada en la
Universidad de Buenos Aires. Ha publicado algunos de sus poemas en el periódico
La Nación, en Buenos Aires. En papel, ha publicado sus poemarios Escritos de
Amor y otras Soledades, en el Taller del Poeta, Pontevedra, España (2005) y
Poesía de Jeniffer Moore, en Editorial Pelicano, Miami, USA (2011). Participó
en varias Antologías literarias publicadas en
Argentina, USA y España. Prologuista de varios autores contemporáneos,
miembro de Jurado en Certámenes y Premios de Poesía, colaboradora para la
Revista Jizo de Granada, y el Blog Ancile del Poeta Francisco Acuyo (España).
Colabora como guionista en el Programa cultural Debajo del Sombrero, dirigido
por el poeta cubano Nelson Jiménez Vivero en Punto y Seguido Radio, de Miami.
Administra el Blog Poetario y la página Comunidad de Artistas Debajo del
Sombrero, en Facebook. Actualmente vive en Florida, USA. Email de contacto:
jeniffermoore@gmail.com
PRO-VOCATIVOS SIN RESERVAS
I
No sé quién eres
pero te percibo
estrella,
constelación en danza
la extraña expresión de la utopía.
¿Qué faro te alumbró la noche,
qué olas enervadas te
encallaron
entre mi orilla de fantasmas
y aquel oscuro puerto
donde tus naves se deshacen?
No sé quién eres
pero te percibo
estrella
en la honda conciencia del que sabe
que hay ofrenda especial para el cautivo:
una canción purísima
y maldita
que vuela en el ave,
sin respuestas
y da contra tu pecho.
II
Provócame
desde aquel horizonte empozado en tus ojos
desde tu mano que lapida nombres
y destituye
abecedarios.
Arrástrame
como un papel sangrando, hecho pedazos
por la ira de Ares,
quien te cobija el verbo.
Tritúrame,
devastador en el seno
de tus corrientes
que no hallan descanso,
en esa soledad que abruma
cuando se asoma.
Porque si no lo haces
probablemente
un desierto poblado de peces y palmeras
te sorprenda en la boca
y suban por tus brazos serpientes de laureles,
con hambre de palomas
dormidas en tu lengua.
Puede que entonces, no haya
otra opción que arrodillarse
y lamentar la hora
en que nos conocimos.
III
Pesan en tu hombro
las palabras
tantas voces al unísono
vertiendo, cántaro partido, sus aguas turbias.
Te han dictado sentencia
los antiguos nombres escritos en los libros.
Geografías nuevas para tus viejos males
para tus ojos buscadores de tesoros,
para tus manos camaleónicas
que pretenden los hilos y el huso de Dios.
Te has parido símbolo.
Escupieron en tu boca todas las piedras
que golpearon la espalda de Erato.
Y rodaste, rodaste
hasta llegar al borde de una boca oscura
que promete la luz, que no conoce.
Pesan en tu hombro las palabras
ese bolso vacío de alimento,
lo que arrojaste a la basura
pensando que había expirado
porque ellos lo decretan
los otros, esos a los que nombras
y tiemblas, ciego de numen
cuando tus brazos se extienden al vacío.
Cuándo entenderás
que no hay otro, ni otros,
ninguno
que sólo eres tú
y ese lápiz moribundo
con vocación de Fénix.
IV
De nuevo danzas, simiesco
al compás de clarines,
enemigos del tímpano.
¡Oh, Musas manoseadas, de virgo roto
por lápices impíos!
Mercenarios vestidos de gala
reclaman las primeras filas.
Llegan con un cuaderno bajo el brazo.
Ella está llorando
detrás de los cristales.
Hace tiempo, tanto tiempo
que no amanece. No deja de llover
todo es tormenta y
bártulos volando.
Qué profunda oscuridad nos ha caído
velo de hierro,
cortinas de luto
y esta pálida
ausencia del Ser
incapaz de Palabra.
¡Oh, pobre Numen,
apaleada Euritmia!
Todo el cortejo de la antigua Grecia
yace arrodillado.
V
Tú, sentado a las puertas del verso
olvidaste el canto del árbol,
los acordes que
brincan
en teclados de picos y plumas.
Tú. que abriste y
sellaste caminos
y resuelves en jaque
las cruzadas de reyes
intrusos,
del ladrón que no tiene
otro rostro detrás de la máscara.
Tú, curtido de lunas que alumbran
sin paga ni horario,
has perdido la aguja
y no ves, no buscaste
en el ancho pajar de tu lengua.
VI
Sin embargo, tu boca aún no dice
las mejores palabras
y has salido a buscar por el mundo
lo que vive en tu pecho.
La desprecias.
Y aún así, como madre de un pródigo
ella otea a lo lejos.
Es ese afán de arcilla
que en el fondo de un balde sin aguas
aguarda que otros dibujen
el asombro en sus ojos.
Y le ordenen que vaya y busque
lo que ellos jamás
encontraron.
VII
Ven. Entremos a juicio.
Tú y yo, con el sol de testigo
y el sinsonte que canta en la rama.
Ven. Hay descanso de tanta miseria.
No miremos al Norte
Ni dejemos que el Sur nos engañe.
Hay un mar sin orillas,
de mareas y espumas eternas
hay silencio anterior a las voces
un silencio
eludiéndonos
sublime y necesario.
Ven. Estamos desnudos.
En las manos llevamos
la marca
de un árbol perenne
que florece una vez,
en la vida.
VIII
Hoy no quieres oír.
Es el tronar de la ciudad en llamas
y el mundo ríe.
Pero aún no es el fin.
Lo que buscamos
no ha sido escrito, todavía.
Muchas gracias, poeta Omar Garzon por la generosidad de traer mis sencillos versos a su blog.
ResponderEliminarReciba mis cordiales saludos desde Miami.
Jeniffer Moore