Para el más grande poeta.
Este
poema no es avestruz
a
pesar de que a menudo me escondo con él para huir de las palizas
/de la vida.
Este
poema no es gaviota porque ellas no son conscientes de su altura
y
yo no soy digno de la aurora que se tiende debajo de sus alas.
Así
son las cosas.
Todo
emerge del canto de las olas y todo en ellas encuentra su final.
Tal
vez ellas no lo entiendan. /Yo lo tengo por sentado:
las
gaviotas llevan en sus alas el rugido brujo de las olas
las
olas llevan en su lomo el rojo peso de las horas
la
playa roza mis pies tratando de descifrar el secreto de mi alma
mientras
en el mundo se están haciendo otras cosas más beneficiosas.
Este
poema no es un alcatraz.
Me
sembraron un dios en pleno pecho, uno de esos que lo deja ciego a uno.
Pero
yo de ciego no tengo ni los codos. Por eso tuve que matarlo.
Eso
no quiere decir que este poema sea una castaña.
A
veces pretendo quemarme las manos con él para borrar las cicatrices
/de mis
dedos.
No
es hambre, no es temor, ni cobardía. Este poema no es irracional.
Por ejemplo, cuando tengo miedo o
pesadillas escribo cosas como:
Mi
cara suda.
Mi
pecho agita el aire.
Hay
luz afuera.
Bueno,
pero eso no quiere decir que este poema sea un conejo saliendo
/de un sombrero
o
una niña buena partida por la mitad.
Verán,
es algo complicado de decir, algo dispendioso de explicar.
Es
mi rostro sudando nubes, mi frente buscando el día
mi
Luz escuchando un nombre que tiene la edad de las palmeras
y
la gracia de las gallinas.
Quizás
no se entienda mucho, pero son las cosas:
Así todo acaba y así surge todo.
Este
poema no es un avestruz.
Este
poema no es una gaviota.
Este
poema no es un alcatraz.
Si no se entiende que no se
entienda.
Playa Blanca, Barú. Febrero de 2016.
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Playa Blanca, Barú, Colombia. |