10/01/2015

Leonel Rugama


Leonel Rugama fue un poeta centroamericano que murió a temprana edad (21 de marzo de 1949-15 de enero de 1970) en un enfrentamiento armado que sostuvo, en compañía de sus dos amigos Róger Núñez Dávila y Mauricio Hernández Baldón, contra un batallón de la Guardia Nacional de Anastasio Somaza cuando estos últimos los emboscaron en una pequeña casa de Managua. 
Rugama, además de versificador, fue un combatiente guerrillero del Frente Sandinista de Liberación Nacional.
Aquí presento tres poemas del autor entre los cuales también dejo su más famoso texto poético La tierra es un satélite de la luna, en el cual se evidencia el  fuerte compromiso político y social que representaba a este vate. Los poemas abren con una nota autobiográfica de Rugama, publicada a finales de la década del sesenta.


Leonel Rugama

José Leonel Rugama (Nota autobiográfica): Nací el 21 de marzo de 1949 en un valle al noreste del departamento de Estelí, Nicaragua, Centro América. Fui trasladado a la ciudad de Estelí en febrero de 1950: aquí estudié la primaria, inclinándome por las matemáticas. En 1962 fui a la Ciudad Universitaria (León), donde aprobé él ultimo grado de primaria, obteniendo el segundo lugar en clases, 1962-1966. Estudié secundaria en el Seminario Nacional de Managua. Terminé mi último curso de secundaria en el Instituto Nacional de Estelí, obteniendo el primer lugar en clases. Ahora llevo una vida de autodidacta, por no tener facilidades económicas para ingresar en una universidad. Actualmente escribo para novedades Cultural y me ejercito en ciencias exactas. De mis familiares tendré que decir: desciendo de pobres familias aunque honorables. Mi padre es oficial de carpintería y mi madre maestra empírica.

Biografía

Nunca apareció su nombre
en las tablas viejas del excusado escolar.
Al abandonar definitivamente el aula
nadie percibió su ausencia.
Las sirenas del mundo guardaron silencio,
jamás detectaron el incendio de su sangre.
El grado de sus llamas
se hacía cada vez más insoportable.
Hasta que abrazó con el ruido de sus pasos
la sombra de la montaña.
Aquella tierra virgen le amamantó con su misterio,
cada brisa lavada su ideal
y lo dejaba como niña blanca desnuda,
temblorosa, recién bañada.
Todo mundo careció de oídos y el combate
donde empezó a nacer
no se logró escuchar.




La tierra es un satélite de la luna

El Apolo 2 costó más que el Apolo 1
el Apolo 1 costó bastante.

El Apolo 3 costó más que el Apolo 2
el Apolo 2 costó más que el Apolo 1
el Apolo 1 costó bastante.

El Apolo 8 costó un montón, pero no se sintió
porque los astronautas eran protestantes
y desde la luna leyeron la Biblia,
maravillando y alegrando a todos los cristianos
y a la venida el papa Paulo VI les dio la bendición.

El Apolo 9 costó más que todos juntos
junto con el Apolo 1 que costó bastante.
Los bisabuelos de la gente de Acahualinca tenían menos
hambre que los abuelos.
Los bisabuelos se murieron de hambre
Los abuelos de la gente de Acahualinca tenían menos
hambre que los padres.
Los abuelos murieron de hambre.
Los padres de la gente de Acahualinca tenían menos
hambre que los hijos de la gente de allí.
Los padres murieron de hambre.
La gente de Acahualincatienen menos hambre que los hijos
de la gente de allí.
Los hijos de la gente de Acahualinca no nacen por hambre,
y tienen hambre de nacer, para morirse de hambre.
Bienaventurados los pobres porque de ellos será la luna.




Epitafio

Leonel Rugama
gozó de la tierra prometida
en el mes más crudo de la siembra
sin más alternativa que la lucha,
muy cerca de la muerte,
pero no del final.




Epitafio
Aquí yacen 
los restos mortales
del que en vida
buscó sin alivio
una a una
tu cara
en todos
los buses urbanos.






El siguiente es un corto de Ricardo Zambrana titulado como el más famoso poema de Rugama: "La Tierra es un satélite de la Luna". En este documento fílmico se retratan los últimos momentos de la vida del poeta nicaragüense: https://vimeo.com/29246312

Flores para un ocaso


Amigos, presento unas palabras que el poeta y profesor Alexánder Buitrago Bolívar escribió para el libro Flores para un ocaso, editado por la Liga Latinoamericana de Artistas en Bogotá, 2013.


Flores para un ocaso (Bogotá, 2013). Portada
del antropólogo y artista plástico Alonso Jiménez.


Flores para un ocaso


Omar Iván Garzón Pinto, autor de este libro de fuego que consume a quien se  lanza a la conflagración de sus páginas, conduce al lector a una poesía urbana escrita en tiempos de guerra. Porque el autor de este libro no se camufla tras exacerbados lirismos ni sube a su alta torre de marfil a contemplar su realidad próxima, alejado del dolor que lo rodea, sino que camina entre las hojas, los ríos, las caracolas, y las olas, y es anónimo entre los muertos bajo un cielo de sangre.
Es más: Nunca se autoproclama poeta ni se regodea en sus más elevados egos literarios o ensimismamientos místicos. Tampoco es un pastor callado que vaga por el campo custodiando sus palabras para que no caigan al olvido. Al contrario, es un artesano que trabaja con las manos y el corazón las palabras cotidianas, para extraer el fuego que calcine al que transita las páginas de Flores para un ocaso, y con ese fuego entre sus manos, hace del lector silencio de agua, silencio donde zumban las ramas de la memoria, abismo bajo la luna, bosque de pájaros, desierto habitado de fantasmas, arado que empuja la lluvia y el llanto en la desolación y la tragedia de la guerra. El lector de Flores para un ocaso es un transeúnte hecho polvo bajo la lluvia en la ciudad de la indiferencia.     
El poeta ha robado el fuego sagrado de los dioses, para entregarlo en Flores para un ocaso, quemándonos las manos. Porque sus manos son ceniza por el fuego de la guerra. Es que Flores para un ocaso tiene páginas memorables no por la técnica usada, ni las metáforas, ni las imágenes bíblicas construidas por un profeta que oye los silbos de Dios, sino porque hay un Jacob postmoderno que sube y baja la escalera de la poesía como un bastión de lucha ante el olvido y la reivindicación de la memoria. Es por eso que Flores para un Ocaso es la voz del  desventurado que acaso es un mendrugo de luz, y ara el aire, y habita el olvido.
Es urgente la lectura y relectura de poesía comprometida políticamente con el desterrado, el desahuciado de la guerra, el desposeído…, y Flores para un ocaso toma partido por los de abajo, por los sin nombre en las listas de desaparecidos, por los anónimos que nunca salen en los noticieros ni son nombrados por el Jet Set de la farándula. Flores para un ocaso no es un manual de poesía ni pretende exhibirse como un grito de moda,es un libro de paz para estos tiempos de búsqueda de la paz, y es una propuesta clara para el desarme de nuestros odios y componendas personales, es un camino que se propone al lector, no sin espinas. 



Alexánder Buitrago Bolívar