6/29/2018


Ver llover desde un vagón estacionado en vía muerta

















Y cuando llegue el día del último viaje,
Y este al partir la nave que nunca ha de tornar,
Me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
Casi desnudo, como los hijos de la mar.

A. M.


















Campos y Canciones

Un hombre mira a través de la ventana.
Sus ojos tienen la edad de la tristeza.
Su frente el color de la nostalgia.
Pocos saben cómo es su nombre.
Solo los árboles le reconocen. Por eso le saludan. Por eso se despiden.
Pocos saben quién es a pesar de que el paisaje que hasta aquí nos trajo hoy
fue pintado por sus dedos en las ojos de todos los ahora, de todos los que 
                                                                                                              /van
y los que como él ya no volverán.
Él alzó su mano izquierda: con ella nos mostró su luz.
Alzó su derecha y en sus arrugas nacían todos los ruegos de la guerra.
Una vez vi que reía y la lluvia reía con él. Eso ahora es muy difícil
cuando su mirada se apaga con cada uno de sus pasos
y de sus soles penden hilos de cristal.
Cada giro de la rueda le abre una herida y otra
y otra cada vez más honda en la tristeza. Lo sé porque se nota.
Las heridas mortales son las que el silencio nos propina
cuando los nombres de la infancia ya no son audibles.
Las heridas mortales son las que provienen de la lluvia cundo no nos nombra
porque nunca supo de nosotros
/ni de nuestro llanto, ni de nuestro duelo, ni de nuestro exilio.






Soledades

Tuvimos que bajar de la carroza para ganar la vida caminando.
Varias horas habían pasado desde que dejamos la patria al otro lado de la 
                                                                                                          /noche.
  Mira, la lluvia nos recibe, nos lava las tristezas, nos consuela el corazón.
     La lluvia es una de las formas más esperanzadoras del exilio.

  Mentira. Ningún consuelo puede provenir del frío aullido de las nubes.





La tierra

Sus pisadas eran el beso suave de la tierra, la caricia ansiosa de la lluvia
                                                                                /el aire frío del adiós.
En el fondo lo sabía: las cosas no pueden ser mejores
cuando tus huellas encuentran el oxidado rostro de los trenes
que han cesado su trayecto. Entonces lo sabemos:
nuestro pueblo volverá a ser un retrato ajeno, un rumor lejano.





22 de febrero

El haz de luz que eran sus ojos se apagó poquito a poco.
El río incontenible que fluía de sus manos murió desviado en otra patria.
El camino transitado por su sombra es el mapa trazado por la muerte.
Su infancia alumbrada lo lloró tres días hasta que se fue detrás de él.
El árbol que le vio nacer, que le dio su seno, que le dio su sombra, que le 
                                                                                                /dio su fruto
desapareció como ola de la noche, se fue a abrazarlo para siempre.
Un hombre miraba a través de la ventana cuando llegó la tarde de su último 
                                                                                                                /poema.






6/26/2018

XVI


(o la madrugada presentida)

1.
Soy una gaviota que no sabe a dónde va
una que va hacia adelante sin más destino que las nubes.
Una que se eleva para hacerse viento y azularse con el cielo libre
y hacerse furia con el sol del mediodía.
Soy una gaviota que no sabe a dónde vuela.
Quizás por eso veo las cosas con más claridad
con la luz de mis ojos y el fuego de mis alas.
Cuando llego al mar como ave que no sabe a dónde se dirige
veo como las olas en realidad son alas de cristal.
Mis alas pequeñitas antes llama, ahora sal, son sus hijas.
Soy el agua que viene y que se va porque tomo la forma de la noche
y me oculto en el resplandor de la mañana. Durante el día soy el agua.
En la noche soy una luz débil de la playa, una aurora luz, una vela luz, una 
                                                                                                   /luz de abril
hasta que un gemido ebrio me penetra una y otra vez  desde hace varias 
                                                                                                        /noches
y me deja herida, con las alas rotas.

2.
Soñé que era una gaviota que no sabía a donde iba.
La pesadilla comenzó cuando y desperté.



XV





XIV


(o la hija que también era un sueño)

Yo tuve una hija que también era un sueño.
De vez en cuando la visitaba en su celda
en el patio de los reos o en el calabozo de mi infancia.
Una hija que también fue un astro.
La veía y le saludaba desde mi ventana
cuando pasaba a lo lejos perforando el cielo a gran 
                                                                /velocidad.
Yo tuve una niña que era todo sol y claridad.
Algunas veces le acariciaba el rostro y buceaba
en la profundidad de su mirada como buscando en sus 
                                                         /pupilas mi reflejo
o el secreto de su voz o el origen de su luz.
Una hija que una vez se convirtió en arena
y que tuve que recoger grano a grano para llevarla al 
                                                                           /jardín
donde reposan los restos de los demás frutos de la tierra.
Al jardín que es el mapa de todas las nostalgias de los 
                                                                        /hombres.






XIII


(o retrato del papá que tenía los ojos afilados)

Una vez agarré todo el cielo con mis manos infantiles.
Lo tomé, lo abracé, le di forma de unicornio, de paloma, de avestruz.
Él se iba y volvía hacia a mí; se iba y volvía, se iba y volvía
y nos abrazábamos. Se despedía. Al otro día venía, me abrazaba.
Un día llegó mi padre, me miró desde allá arriba y me abismé.
Entonces el cielo no volvió. Casi no recuerdo el mensaje de su azul.
Debe ser que papá no entendía de nubes, ni de astros, ni unicornios
y mucho menos de avestruz. Un puñetazo ebrio le bastó para borrarlo todo.
De mi cielo-niña solo quedan unas flores que dejó mi padre en la tumba de 
                                                                                                  /mi infancia
después de que él mismo la mató.

XI


(o el papá que una vez fue oscuridad)

No sabía lo que era, pero ahora lo comprendo.
Era tu luz que me cegaba y a la que temía.
Tu voz que me golpeaba en las laderas de la infancia.
Tu haz que de improvisto me partía en las mañanas.
Tu cruz de ebrio que era también mi cruz de niña 
                                                                  /insomne.
Esa vez en que no sabía lo que era pero lo supuse:
Era tu rostro que visitaba mi reflejo algunos días
en un espejo que me mostraba el laberinto de mis ojos
y que me señalaba como declarándome culpable
de la vida, de la noche y de la muerte que aún no 
                                                               /conocía
pero que me llamaba a gritos desde mis edades más 
                                                              /tempranas.
No sabía lo que era, pero ahora todo es claro:
Toda pretenciosa luz es negación y desarraigo.
Toda iluminación impuesta es amputación y herida.
La búsqueda constante es la verdadera claridad.





X


(o el papá que primero fue un sol agonizante)



Yo tengo la mirada de mi padre y el rostro de su soledad.
Heredé sus desilusiones y sus sueños incumplidos.
Su silencio es el mismo silencio mío como es mía la 
                                                                          /desdicha.
Como él, también tuve un jade y fui esclava de su brillo.
Con su peso me quemé las manos y los ojos con su luz.
Esas piedras no están hechas para mí ni para mi destino.
Soy hija de la noche y del mate que reclamo y me 
                                                                          /reclama.
Huella de los chamanes sembrados en la selva virgen de 
                                                                      /la América
y de sus semillas más alcohólicas.
Provengo de la estirpe más adúltera del Señor de Sipán
de la más errante. Yo misma soy una andante sin  
                                                                          /destino.
Soy hija de la noche y camino como buscando mis 
                                                                           /raíces
pero aún no sé para donde voy.
Yo tengo la mirada de mi padre y el rostro de su soledad.






Yuri Viviana Rodríguez