8/29/2013

Alexandra Walter

Mujer África
Mujer acurrucada labradora de la tierra adolorida sembradora de la última semilla ¿quién te ayuda?
Mujer acongojada cargadora del agua y de la leña portadora de hijos y de SIDA ¿quién te cuida?
Mujer abofeteada sepultada antes de tu muerte desflorada sin placer y con navaja ¿quién te ama?


Alexandra Walter (2011) Integrante grupo Cómplices – Música y Poesía Cali, Colombia

Música Andina - El Cóndor pasa

Canción El cóndor pasa (1913), de origen peruano. Música del compositor Daniel Alomía Robles; letra del dramaturgo Julio Baudouin y Paz.


8/17/2013

Ingrid P. González


Ingrid P. González nació en Bogotá, Colombia (1990). Cuentista, poeta. Ha realizado estudios sobre creación literaria en el Taller de Crónicas Barriales (2007), en el Taller de Escritores U. Central (2009) y en el Taller Virtual de Escritores (U. Central y Fundación Gilberto A. Avendaño).
Primer puesto en el concurso de ensayo de la Fundación Gilberto Alzate Avendaño con el tema “Literatura, cultura y paz en Colombia” (2007). Jurado en el Concurso de Cuento, Poesía y Artes Gráficas del SENA (2009). Ha publicado crónica en la Antología de Crónicas Barriales y en la página web de la Biblioteca Luis Ángel Arango (2007), como poesía en la revista Gavia (U. Distrital, 2009), y en el libro Poesía Colombiana  (La Esquina Ediciones, 2009); Antología de letras y exlibris (Ediciones La Máquina Gris y Liga Latinoamericana de Artistas, 2010); Díptico: “Sin destino impuesto” Colombia y Rumania (compilación de dos poetas colombianos y poetas rumanos, 2010); portada del número 75 de la revista Bacánika, con el cuento Un Punto Negro; y en una antología de poesía latinoamericana femenina llamada Femina Poesi (2013) con la Liga Latinoamericana de Artistas; además de otras publicaciones.
Se encuentra próxima a lanzar su primer libro, The Nueva Orleans Night Club y Otros Cuentos editado por la Liga Latinoamericana de Artistas.
Fue fundadora y parte del equipo de redacción de la Revista Palabrero Virtual.
Ha sido invitada a diversos recitales de cuento y poesía en diferentes bibliotecas, universidades, y locaciones.
Actualmente cursa un pregrado en la Universidad Pedagógica Nacional y escribe en la sección Kien Bloguea, en la revista KienyKe.com 



Cada vez que nos decimos adiós…

Cada vez que nos decimos adiós,
hay un centímetro del fuego
que se alza sobre la roca
en forma de ceniza

hay un fragmento de piel
que se encoje sobre ella misma
y retuerce
y duele

hay un puño tibio,
azul,
que se posa en un umbral
invisible

Y la ira

Hay una ira
cada vez que nos decimos adiós;
enloquecida,
silenciosa 




Dalí

Ven, aunque no te requiera.
Ven, porque solo así serás
La cura de mar para
Mi paganismo.




Instantáneo

Creo
Y es el rayo,
Pongo esto, "esto",
Y es la fuerza
Que me quebranta.

Conoce mi espíritu
En instantáneo,
Mis manos que trabajan
El infinito.




Error

Las venas están saturadas.
Viaja en ellas el error
De la ascendencia inocente.
El niño extiende su puño,
Sabe que la sangre en él
No es la de sus padres.
Tiene las venas saturadas
De una sustancia que no se explica.
Es el error, dice su padre.
Él está inocente del puño del niño.

8/11/2013

LA TRISTEZA DE DIOS*

Omar Ortiz*


Una de las preguntas que plantea este poemario de Omar Garzón tiene que ver con si es cierto o no que Dios pueda derramar lágrimas como cualquier mortal. Si la divinidad llora, ¿lo hace por nosotros?, ¿por ella misma?, o simplemente como decía la abuela del poeta es un llanto que pretende consolar nuestras humanas congojas, nuestro vacío frente a la inexorable muerte. Son interrogantes que tan solo se pueden responder desde la poesía, porque contraría a la fría, veraz, objetiva estadística que nos cuantifica la barbarie, que nos numera de cuantas maneras podemos darle salida a la bestia que nos habita. La poesía, nos documenta la forma como entramos en la muerte, nos ilustra el mapa de nuestras calles  sembrado de manos y de tripas. Basta leer Testimonio no documentado sobre Chengue.
Por eso es importante la voz de los poetas, porque son ellos los testigos lúcidos de la sombras, de esa sombra esquiva ya que ni siquiera tu sombra te acompaña porque la dejaste atada a otra sombra que pasó desprevenida por el parque. Pero también son los privilegiados de la luz, de un efímero destello que se imprime en las huellas de un vaso vacío. Ese objeto que acompañó a Darío Betancourt Echeverry, natural de Restrepo, Valle, antes de ser desaparecido por los asesinos. Sí, la ausencia también puede acompañar desde un cortejo de luciérnagas.
Calígula de Alonso Jiménez
Tal vez los poemas de Garzón no sean los de un poeta que pretenda contar con un público que busque en la poesía la tan maltrecha belleza o la perfección formal de los versos. Porque sus poemas están hechos desde una contenida furia que no puede hacer concesiones de porcelana frente a una realidad que violenta día tras día nuestra percepción hasta llevarnos a pensar que volar por un segundo o colgarte de las nubes por un instante son las únicas formas de abrirte paso entre la niebla. Pero sin duda es una voz con un contenido altamente poético que se aferra a la poesía para sobrevivir, como leemos en Lo que me salva es la noche lenta donde nace el verso, Aquí estoy de nuevo, aferrado a este árbol que nace entre raíces de cal; a este que detenta en cada hoja la pupila de mis ojos; a este que da nacimiento a mi canto entre vientos de la noche. Aquí estoy, con el rostro en las rodillas, pensando en otra ruta, buscando otra salida. (…) Alguien que da vida a un árbol, que acaricia cada uno de sus frutos y encuentra refugio al abrigo de su sombra, no puede colgarse de sus ramas.

Tenemos a mano un libro de poemas, no de versos, menos de canciones, un libro, que como el fuego puede alimentarnos o consumirnos. Los que se atrevan por sus páginas no serán nunca favorecidos de los dioses.



*El texto anterior fue escrito por Omar Ortiz a manera de presentación del libro Flores para un ocaso el cual será publicado en octubre próximo.

*Omar Ortiz Forero (1950) es editor, gestor cultural, poeta y profesor. Abogado de la Universidad Santo Tomás.



Carátula de Flores para un ocaso. Foto de Paola Pinto (Bogotá, 2013).




"Yo no hablo de venganzas ni perdones,
el olvido es la única venganza y el único perdón"
Jorge Luis Borges


ELLOS eligieron ser la grieta del violín,
la pluma que cae de un gorrión en pleno vuelo,
la sombra que vino de ninguna parte y a ninguna parte fue.
Cayeron aquellas moscas que se posaban sobre los cuerpos
creyendo que construían un imperio para siempre.

Yo elegí ser el verso que se pasea con la brisa,
ese que no dice sus nombres,
ese que no los entierra porque nunca supo de ellos
y hace polvo cada uno de sus pasos con un poema;
Yo elegí ser ese:
El que no describe ni siquiera el más pequeño de sus dedos,
el que con estas líneas los olvida.


Al poeta Julio Daniel Chaparro






RECIBIENDO A CRISTO EN LA MEJOR ESQUINA



Silencio adentro.
Silencio afuera:
Ni latido.
Ni suspiro.
Ni brisa.
Ni lluvia.
Ni voz.
Ni ola.
Ni palmada.
Ni tiempo.
Ni nadie.
Ni nada.
Nada se siente
cuando se tiene
un abismo entre las cejas.
Silencio adentro.
Silencio afuera.
Cristo recién resucitado
acaba de morir de nuevo.


8/10/2013

Eve Violeta Gauna Piragine


LA ÚLTIMA LIBERTAD

Hoy he renunciado
a todas las luchas
para ser una voz errante
huérfana de batallas.
Abandono un mundo
que me abandonó hace tiempo
donde fui solo pasos
mendigando caminos.
He comprendido
que fuera de mi
no hay donde llegar,
que las paredes mienten encierro
porque la libertad
no se mide en metros,
y que el universo entero
puede ser una brutal cárcel.

Diego Alexander Vélez Quiroz

Celebramos la publicación del libro Elizabeth y las manzanas del poeta colombiano Diego Alexander Vélez Quiroz y esperamos tenerlo pronto en estas tierras ya que fue publicado en España. Muchos éxitos y buenos viento para él.



Diego Alexander nació en Popayán (Cauca) en 1987. Se licenció en Español y literatura, y actualmente cursa estudios de maestría en Literatura Latinoamericana. Es miembro editor y fundador de la revista literaria Polifonía y del Premio Nacional de poesía Quijote de Acero – Klepsidra Editores. Ha publicado El encuentro (cuento) y Elizabeth y las manzanas (poesía).


SELECCIÓN DE POEMAS


ELIZABETH Y LAS MANZANAS

Elizabeth tiene quince años,
los ojos quedos y esquivos
como dos peces azules.
Le gusta salir de noche
a disparar palabras verdes a los árboles secos,
bañarse al final de la tarde,
cuando los abismos esperan confundirse con el cielo,
le gusta salir y desaparecer,
convertirse en tigre y desgarrar al viento.
Confundirse.
Dejar de ser rosa para ser tallo, raíz o pétalo,
respirar el polen de sus abejas amantes,
Elizabeth traiciona su sexo al mediodía.
Cuando regresa de clase
hace camino para sus manos blancas,
se complace en acariciar senos firmes
y trenzar cabellos largos,
o besarlos y respirar un sudor que parece suyo.
Elizabeth calla cuando mamá está en casa,
sonríe cuando juega a la pelota
y suspira cuando yo no estoy.
Elizabeth se ha ido de casa,
probablemente encontró un nuevo vientre
y querrá volver al paraíso
para morder de nuevo las manzanas.



SUBSUELO

La ciudad,
ese mural de oscuros espejos,
guarda, entre sus grietas,
animales tuertos,
sucias madejas de huesos cansados y de venas rotas
que se ocultan,
pacientes,
en el subsuelo del olvido.
Guardan, en bolsas de aire,
un pedazo de pan,
una madrugada amable,
algunas monedas negras.
Lavan la suciedad de sus días
con la lluvia nocturna
o la endurecen con soles verdes en una estación
cercana.
………………………………………
Entre esos hombres está mi hermano, mi padre, mi
amigo, mi hijo.
Uno de esos hombres,
tal vez,
soy yo,
o Dios esperando por el paraíso.



IMÁGENES DE DOMINGO FRENTE A LA PUERTA DE SAN PEDRO

El cielo entró en receso ante el altísimo precio del
pecado.
Caos lleva el rostro de un jardín sin manzanas, es uno
más de los ciegos amantes.
Parece que Dios se ha colgado en los cabellos de
María,
no se sabe cuál será el tamaño de su sepultura.
Los arcángeles rumoran el regreso de Adán.
Se ofrece recompensa a quien brinde información
sobre el paradero de Eva,
desde su partida han muerto todas las serpientes
ocasionando, así, una progresiva desaparición de las
especies.
Las charcas del cielo se han llenado de espinas,
por ello mueren los ángeles de sed.
………………………………………
El infierno es un volcán extinto,
un niño salta a la cuerda en sus entrañas,
el fuego siempre vuelve.
Sí, el cielo está a punto de desaparecer
y en ti sigue haciendo frío,
¿Adónde irás entonces?



NADA NOS PERTENECE

Para mi madre, que un día me dijo
 –Esta vida mía le pertenece, hijo-.

Nada nos pertenece madre,
nada nos pertenece.
Ni esta vida de paso que apenas nos sostiene,
ni los remotos días en que viste la dicha,
¡esa dicha tan breve!


No madre, nada nos pertenece.
Yo te escucho y lamento cada tarde vacía,
me culpo, yo conozco la culpa,
por no ser más feliz, por no aferrarme más,
por dejar que me pase por encima la vida
o me alcance la muerte (y la acoja sin prisa).

Madre, nada nos pertenece.
Y nos es un pronombre que se pronuncia solo.

Yo, solo yo que te amo conozco de tus lágrimas
tan plagadas de historia.
Yo sé que un día, por ejemplo,
te sentiste tan sola y tan desamparada…
No madre, no sé nada,
guardemos los secretos,
toda la ropa sucia debe lavarse en casa.

Madre nada nos pertenece.
Un día nos iremos de esta casa,
de estos humildes muebles, de las blancas ventanas
y de las celosías. Un día nos iremos madre
y veremos de lejos, y cada vez más lejos,
que atrás se van quedando pedazos de la vida:
mi infancia consumada y tus dieciocho  años,
mi adolescencia vana sobre tu breve espalda
y tu vejez que aguarda acodarse en la mía.

Madre, son las dos menos treinta y nada nos pertenece,
solo nosotros, que apenas nos sabemos,
que apenas hemos visto un rostro en el espejo
y decimos entonces:
-este tiempo no cesa de roerme la vida-.

Yo madre, yo que soy esta herida,
esta herida de muerte que va sangrando tiempo,
hoy presiento que pronto,
(ojalá me equivoque) rendirás tus banderas
al barco de las sombras.
Y a pesar de que digo que nada,
incluso nada, tenemos en las manos,
tiemblo cuando imagino
tus brazos, tus abrazos, para siempre cerrados.

Nada nos pertenece madre, pero si de algo sirve
sigamos navegando, yo te ofrezco mi viento
para empujar tu barco.



PARA LLEGAR A PUERTO

Casi he llegado a puerto.
Después de un largo viaje,
de navegar sin rumbo, sin cartas y sin brújula,
hoy he visto de nuevo la orilla que me aguarda.

Llego sin tripulantes.
Soy solo yo, capitán y vigía de mi nave cansada,
esta nave que un día, un día ya remoto,

se dio a la mar con ansías de embriagarse del mundo
y vagar con las olas en aguas cuyo nombre
no ha sido pronunciado (secretamente,
tenía la certeza de que incluso las olas,
un día con buen viento, llegan hasta la costa).

Casi he llegado a puerto,
tan solo me hace falta fijar el rumbo exacto,
encontrar un motivo y echar por fin las anclas.
Tan solo necesito una palabra, para llegar a puerto una palabra,
dime tu nombre, esa palabra exacta,
y mi navío, te lo prometo, se anclará cada noche en tu orilla,
en tu cuerpo.

Tan solo necesito una palabra, para llegar a puerto una palabra,
Dime tu nombre.



Johanna Marcela Rozo Enciso


VIRGINIA, MIRA ALLÁ

Resuena tu nombre
detrás de las ventanas que esperan tus cartas
es  Londres el que grita Virginia, Virginia, detente.
Yo como tú
también necesito una habitación  propia
en el lugar del mundo donde puedan soñar que
/son reales las palabras en los libros.
Detente, Virginia
no camines hacía el río, saca las piedras del bolsillo
cierra el libro y vuelve a sonreír tú y la otra tú.
Tus huesos corroídos bajo el árbol necesitan un lector.

Jefferson airplane - "White rabbit"

Canción White rabbit de la banda estadounidese Jefferson Airplane.


Carlos Gerardo Orjuela Betancourt


Carlos Gerardo, poeta de la música que se lee en: Cada nube, cada árbol, cada rostro…


Por: Milton Fabián Solano Zamudio

Carlos Gerardo Orjuela Betancourt, nació el 25 de septiembre de 1.961, en la tranquila y soleada población de, Bolívar, al norte del Valle del Cauca. Sus padres, Floresmiro Orjuela y Avelina Betancourt, campesinos, amantes de la lectura, dieron a sus hijos cucharadas gigantes de magia que Carlos tomó con juicio y placer, para empezar a jugar con las palabras, en medio de: Parodias, imitaciones y cantos a la niñez, muy al estilo de Pombo.
Posteriormente, como él lo cuenta, fue la llegada del amor la que encendió la chispa poética y la lectura de poetas como: Julio Flórez, Carlos Castro Saavedra y José Asunción Silva, enriquecieron su inquietud, siempre vigente, hasta hacerlo un cantor de sucesos invisibles que sólo el ojo sensible del poeta capta y comparte generoso con quienes deseen conectarse con otros universos.
“Quiero inventar un poema de muchos colores,
un poema para que la vida se enamore del amor.

Un poema azul de nubes que se vuelvan lluvia
cuando observen un incendio forestal.

Un poema amarillo para que los niños
jueguen con él a ser niños.

Un poema naranja y rojo donde se quemen
 los odios y las guerras…”

Su poesía, en sus palabras: “Mezcla de lo clásico y lo moderno”, es una búsqueda permanente de asombros y conexión humana, es la favorita de su familia, que siempre le apoya e insta a escribir para sus ocasiones relevantes y es aplaudida y esperada con agrado por quienes hacen el Plenilunio cada primer sábado de mes. Precisamente, fue en Plenilunio donde las alas de este soñador que hace de sus sueños letras y números cantantes, infinitos como las estrellas, se desplegaron en versos y se dieron a conocer por fuera de la intimidad filial, en un sortilegio que él describe, como un re-nacimiento de su ser. De esta manera, ha participado en nueve de las revistas de la Fundación Plenilunio, y en varios de sus recitales sin publicación.

Su trabajo poético ha sido reconocido por la: “Casa de poesía, Salomón Borrasca” siendo finalista en el concurso “Cartas de Amor”, al igual que en el concurso convocado por la casa Pedro Domeq, Colombia.


Carlos Gerardo, nos presenta este libro tejido de lo que es él: palabras. En ese orden de ideas, nos entrega su piel, lo que le vibra dentro y le canta con cabellos largos de nube que presiente un aguacero de versos.  Su poesía, en permanente evolución y revolución, en cuanto a contenidos y sonoridades, nos deja siempre la sensación de reflexión y asombro que se escribe en cada día que pasa y se queda en la espalda de las montañas, como una luz que regresará.

Esta es pues, la semblanza de un hombre, cuya voz quiere encantar a los oídos y ojos cultos, como a los poco instruidos, llevando música que cante a la diversidad que nos permite la vida, con finales contundentes “Para que toda la tierra y los seres que la habitan
sean un solo, enorme y colorido poema”.

Para sus ojos se escribe este preludio, para sus ojos dentro, que seguirán conservando estos versos claros y teñidos de un azul sencillo y profundo como el cielo acuático de Bolívar, Valle.

Que beban los inconscientes
mis mojadas palabras de lluvia
sobre este planeta agua
sobre este cuerpo agua
sobre el agua de mis lágrimas.

Agua somos y cuando  muera
el mar se beberá mis cenizas”.


PALABRARIO

Tengo las palabras precisas
las palabras ociosas,
las generosas
las inconstantes, las inconscientes.

Las palabras para viajar
al fondo de tus sentimientos,
para galopar hasta el cielo
de tus instintos.

Las palabras viajeras
las palabras ajenas
las prestadas palabras
las mezquinas, las odiosas,
las cautivas, las esquivas,
las tuyas, las mías.

Las palabras universales,
las que trascienden,
las infantiles, las graciosas,
las curiosas, las indolentes.

¿Cuántas palabras quieres?
¿De cuántas debo despojarme
para que tus palabras
quieran acariciar las mías…
para que tomadas de la mano
se transformen
en nuestra frase,
nuestra oración

o nuestro más sublime poema?



EL VIAJE DE REGRESO

No son viejas las noches
del estío profundo
donde recorrieron nuestros cuerpos
la exuberancia matutina
del sudor compartido,
de la cómplice caricia,
del guiño enamorado.

No eran sordos los silencios
en el sobrecogimiento sutil
del tiempo desesperado
de la incongruencia del susurro,
de las miradas cansadas;
tiempo de renunciaciones
de enloquecedor hastío.

No dolerán mañana las palabras
ni habrá sobrecogimientos
ni sudoraciones ni vértigos
y nuevos soles florecerán
en la inconmensurable formidable
incongruencia del sentimiento.

No nos diremos nada
ante lo consubstancial de
nuestros retornos.
El sol apagará sus fuegos,
el mar inundará las conflagraciones
en el irreconciliable momento.

No dolerá la piel y el alma será
solo un nudo de alucinaciones.

No existió.  Nadie lo recordará.