Jorge
Valbuena (Facatativá, Cundinamarca, 1985). Magister en Estudios de la cultura con
mención en Literatura Hispanoamericana, UASB, Quito; Licenciado en Humanidades
y Lengua Castellana de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas.
Realizó la Especialización en Creación Narrativa de la Universidad Central. Su
primer poemario, Presos, recibió el Premio Departamental de Poesía de
Cundinamarca en 2008. El mismo año Los arados del parpadeo fue merecedor del
Premio de Poesía Revista Surgente. Su obra Péndulos fue reconocida con el
primer puesto en el concurso Bonaventuriano de Poesía en 2010 y su poema
"Abismos del silencio" fue ganador en el concurso nacional de poesía
Palabra de la Memoria. Ganador en el Premio Distrital de Cuento Ciudad de
Bogotá, 2014. Sus poemas y cuentos han
sido publicados en varias revistas y antologías. Director de la Revista
Latinoamericana de Poesía La Raíz Invertida www.laraizinvertida.com Autor de
los poemarios La danza del caído, y Pasajera de agua, publicados por El ángel
editor, Quito Ecuador, 2012 - 2014.
Poemas tomados del libro Pasajera de agua (El ángel editor, Quito, Ecuador. 2014).
ARQUITECTURA DE VIENTO
A la intemperie
siempre a contraluz
he
convertido tus muros en ocasos
los amaneceres
son tus puertas
las ventanas sordas de la brisa
sólo el tiempo mantiene en el silencio
la
tempestad de su reloj de arena
sólo la luz busca su orilla
en el
centro del fuego
espero desde el fondo
siempre a la intemperie
en este
desierto vacío donde habitas
los espejismos de un recuerdo derrumbándose
DESENCUENTROS
Camino buscando el primer paso
la
salida al comienzo
el instante que enciende
la luz oscura.
Todo me devuelve al fin
a tus ojos regresando con el viento
a tu voz callando mi nombre
a tu espera en el vacío.
Llamo a la noche
y
prolongo tu retorno
limpio tus huellas con mi sombra
inundo tu luz con espejos rotos
desfigurados desde el nacimiento
antes de ser reflejo
o
cristal roto
tiempo roto.
Pienso en desnudarte
así, fragmentada en el hielo
poseída por mis cauces secos
inerte en
el origen de la lluvia,
gota a gota
irme en tu mortal orgullo
Ascendiendo a tus pensamientos
que amanecen
en el instante último
en que la luna nubla su luz
para que seas esta hoguera.
INVENTARIO
Estas alas sobran
hay un cielo debajo de mí
el sol ha derretido las lágrimas
que sostenían mi silencio
los ciegos flotan
como las lágrimas que salvo
después los desvanece la llovizna.
Este miedo sobra
hay tumbas abiertas
el sol ha derretido las calaveras
que sonreían en mi espejo
los muertos saben
del destino de las palabras
antes de
la sequía
estas alas sobran
estos miedos sobran
estas sombras que escriben.
LA QUIETUD ES OTRA SOMBRA
Nos contempla el tiempo desde el fondo de un vaso
sediento de nuestra sequía.
Bebe de sí lo que tenemos de humano
la edad que se ufana del encantamiento
los pliegues donde nuestra voz sopla
y enciende la hornilla.
Es distinta la noche cuando cae en el acuario.
Un remolino secreto nos despoja
de sus
profundidades
NUDOS EN EL TEJADO
Todos los gatos buscan tejados donde posar sus dudas.
Como esta noche y este gato
que da vueltas y vueltas sobre el mismo asunto.
Ha ronroneado tanto que ya me explico
su difícil certeza de ser un simple gato
y no poder atrapar ese ovillo de lana
que cuelga de la altura,
es ovillo de luna -le digo-
pero ya he dado tantas vueltas y vueltas
sin poder atajar el insomnio y encerrarlo en mí vacío,
que hemos terminado siendo el mismo.
El me entiende,
yo lo entiendo,
no entendemos el mundo.
Algo adentro me ronronea
sobre los tejados de mis sueños abandonados,
un intacto ovillo de tumba que no he podido descifrar.
Es ovillo de lluvia, me aturde una gotera,
y no ha querido
aferrarse a mis ahogos.
Todos tenemos un animal adentro
que nos refleja.
PÁGINAS DE SOMBRA
Descubro que estorbo.
Es similar el tiempo que esquivo de narices
al mismo en que amanezco llorado por las horas.
No hay mueble que pueda guardar mi condición.
El paso de un estado sólido a otro invisible
los cables de la respiración dejan su hollín en mi follaje.
Descubro que falto.
No estoy presente en los largos aguaceros
en las fiestas de los santos, en el mercado del pueblo.
Una piedra olvidada en el tiempo
recoge mi humanidad de grieta sumergida,
hace que cante sus canciones un poco más alto
para que escuchen los que vienen más de prisa,
detengan su paso,
esperen.
Pero espanto, estorbo, falto,
soy una roca que agoniza en medio de un sauce que huye.
Si acaso me quitaran
del medio
su raíz tocaría todas las muertes
y fuera del hielo
las orquídeas buscarían el centro
de una sombra virgen.
He descubierto que amargo.
No hay comisuras del sol que nos invade.
Hacen falta espinas para dejar que el alba nos aúlle.
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