RESERVA DEL ESCRIBIDOR
Ya está bien, lo confieso.
No tengo qué escribir.
¿era necesario decírtelo, cabrón?
No tengo nada que decir
Todavía estoy en trance, lo siento,
Todavía me sacude el paroxismo y aguanto en la nuca
No tengo sino palabras
Letras, abecedarios milenarios guardados en el cajón
Y qué.
Soy un coleccionista.
Un burócrata a mi manera.
Puedo hacer lo que me venga en gana con el lenguaje
Leo duro esta línea contra el hijo de puta que un día dijo
que no lo maltratara.
Le escupo en su cara de héroe frágil
De mariposa mongólica
De esfinge eunuco.
Porque me va y me viene su carita rosada
Su carne floja, su postura de editor para la fotografía.
Su antología de imbéciles, de sensibleras cítaras
corrompidas
Por el desgastante orín de la fama.
No, no tengo nada para decir
Y ya llevo un poema largo.
Qué hago si para esto estoy hecho
Yo defeco y hago poesía
Porque he sido castigado y lo grito
A fuerza de pulmón lo grito,
Soy el echado, el fracasado soy. Y qué.
En el cenicero la pleamar de cigarrillos crecen estrellados
El humo estancado hace de cortina.
Ya te lo he confesado, cabrón. No tengo qué escribir.
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