Javier Moyano (Bogotá 1983) Licenciado en Educación Artística, Especialista en Gerencia
de Proyectos Sociales, estudios de liderazgo social Comunidad de Madrid.
Docente universitario, coordinador del grupo experimental de literatura
Rabiarte, director del grupo de teatro Desprovistos, miembro del colectivo
negacionismo literario. Columnista permanente de los periódicos Periferia Prensa
Alternativa, Periferia Literaria y Hojarasca. En 2009 gana el premio
nacional de poesía Eduardo Carranza, entre otros reconocimientos, y publica Hoyos Negros Historias y canciones para dormir en la tina (Editorial Servidor
de nadie) En 2013 publica con el colectivo negacionista Poetas que hay que
morir antes de leer (Editorial Con las Uñas- México 2013) Invitado a
publicaciones independientes y festivales de poesía en México, Perú y España.
Cauchera
Ibrahim Syam encuentra entre los escombros de su barrio un
caramelo con el dibujo de un niño, lleva puesta una remera naranja, pantalones
cortos azules y piel amarrilla, el dibujo además deja ver en su bolsillo
trasero una cauchera, Ibrahim no entiende porque el niño sonríe y se pregunta
¿Por qué el mundo ignora a Gaza y la lucha desigual entre piedras y tanques?
Ibrahim, mira la esquina derecha del caramelo, aquel niño se llama Bart,
Ibrahim no sabe quién es. No importa. Ibrahim quiere ser abogado, aun cree en
la justicia
Cardiología a una desahuciada
Un dolor cantinflesco en un inodoro,
fueron tus labios secos sangrando de deseo.
Una despedida sin medida mi caída.
fueron tus manos con olor a marihuana fresca
las que esculpieron mi rostro de barro.
mi sabor favorito en el mundo
es tu lengua que sabe a alcohol industrial.
Abrazar tus cuarenta y tantos kilos llenos de terror
fue un pase libre para un paracaídas averiado.
Enredar mis dedos en tu cabello rubio sin rumbo
lo mejor de las exequias de los dos.
Tus ojos rojos son mi mapa a ningún lugar,
Más
Hoy que todo acabo es mejor ni siquiera decir adiós.
Perfume
Perseguiré,
el rastro de este afán.
Bajo Fondo
Quito el polvo de mi nariz,
arde la testa
revientan los ojos
se acelera
el pulso
el deseo
el afán,
dejo tu aroma para regresar.
Tasa de cambio
Daria cualquier cosa por cualquier cosa.
Daría todo por nada, y nada daría por todo.
De todas formas todo es para nada.
40
Hoy no creo ni en mí mismo.... Todo es grupo, todo es falso.
Francisco Gorrindo
40 grados de fiebre,
40 grados de alcohol,
40 grados centígrados,
40 dólares en mi bolsillo,
40 minutos de duda,
40 por un orgasmo fingido,
40 porciento de posibilidad de infección,
40 noches naufrago como el Noé,
40 mentiras del paraíso prometido,
40 el código telefónico e Rumania,
40 esperas prolongadas,
40 cantinas,
40 canciones incompletas,
Las cuarenta, cuarenta veces.
40 años perdidos,
40 metros de caída,
40 días de búsqueda,
40 sospechosos,
40 inocentes,
40 llantos,
40 olvidos.
Las cuarenta con cualquiera.
Desvarió frente al espejo
Una casa pintada y vacía,
llena de habitantes marchitos
con raíces secas llenas de monedas de oro,
una morada de la demencia,
con espectros que se ocultan tras silencios de tango,
un palacio con goteras sobre el corazón,
¿Cuándo se medio llenará el vaso?
Parnaso huérfano sin versos permanece inmóvil,
actor macabro de una función sucia,
que el mismo ayudó a construir.
ANHELO
Quiero borrarme de todo, desaparecer, ser vacío continuo,
materia cayendo por un agujero negro, una plasta de boñiga de perro en el sol
que poco a poco se derrite, sin dejar olor, sin dejar marcas, que me borren de
los registros de los bancos donde nunca debí acudir, que me saquen del sistema
de salud pública que nunca utilicé, que me borren del directorio telefónico,
que incineren mi acta de nacimiento y mi acta de defunción, quiero que me
saquen de sus agendas, de sus correos, olviden todos el lugar donde viví,
sáquenme del censo electoral, que mis ex novias no pregunten jamás por mi
paradero, que mis amigos olviden mis apodos, que nunca se brinde por mí, que
nunca se recuerde una frase pronunciada por este nido de moscas, que destruyan
mi carnet de la biblioteca, el de la universidad, el del trabajo, la cédula de
ciudadanía, el pasaporte, la libreta militar, el pase de teatro, el de cine, el
del metro, que las destruyan y sus restos los boten al río Bogotá. Quiero desaparecer del todo, no dejar una
sola fotografía, ni para álbum, ni para portarretratos, ni billetera de
familiar, ni red social alguna, no quiero dejar rastro de mi paso, que no se
cuenten anécdotas de mis derrotas, que no se sonría con alguna pequeña victoria
mía, que nadie hable nada de mi existencia. No quiero que sobreviva una sola
línea con mi nombre, que mi tumba no tenga nombre ni fecha, por mí que lancen
mis restos a la vía láctea, que los dejen en un basurero, o en una calle sucia
de esta ciudad, que sirvan de alimento a las cucarachas, quiero borrar todo
antes de mañana, no quiero dejar herederos, plantas que se marchiten sin mi
presencia, mascotas que busquen mi aroma, zapatos por donar, no quiero dejar un
colchón con mi figura, semen en la pared de ningún lugar, quiero borrarme de
toda prueba. Sin excusas, sin causa, sin detonador, sin carta de despedida,
desaparecer sin deudores o deudas, poder borrar mis registros de ingreso a la
estación de policía, desaparecer mi tradición crediticia de prostíbulo y bar de
quinta, borrar todo indicio de humanidad, quiero ser la brisa que juega con los
cabellos de los niños en el parque, sentir su alegría, pero no importarles en
lo absoluto.
El mejor poeta de esta generación falta de acción... como le extrañamos por medallo al parcero Rabiarte
ResponderEliminarJueputa que emoción volver a leer a este señor poeta... se le quiere guevon cuando viene por Cali?
ResponderEliminarAndres
Malparido poeta porque te pierdes por tanto tiempo.
ResponderEliminarEnrique.
Yo escuche al señor Rabiarte hace unos 10 años en Popayán, pensé que ya se había volado la puta cabeza, es un señor poeta, creo que de los pocos que la tiene realmente clara.
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