12/23/2015

Un poeta es un satélite en constante caída



A continuación, comparto cinco poemas que hacen parte del libro Un poeta es un satélite en constante caída, publicado por Senderos Editores (Bogotá, 2015). Con ellos trato de hacer un homenaje a algunos autores:

-Mauricio Vallejo (San Salvador, 28/12/1958-desaparecido el 04/07/1981 en Antiguo Cuscatlán).

-Delfina Góchez Fernández (San Salvador, junio de 1958-asesinada el 28/05/1979, ibídem).

-Leonel Rugama (Estelí, 27/03/1949-Managua, 15/01/1970).

-Roque Dalton (San Salvador, 14/05/1935-Quezaltepeque, 10/05/1975).

-Javier Heraud (Lima, 19/01/1942-Puerto Maldonado, 15/05/1963).

-Mahmud Darwish (Al-Birwa. 13/03/1942-Houston. 9/08/2008).






El fuego da la consistencia


Hubo un tiempo en que todo era sombra, yo también lo era.
Ella dijo mi nombre.
Fui palabra nueva, cuerpo deseado.
Hubo días en que todo era adverbio sustancial
/hasta que llegó también el adjetivo.
Los días acabaron y llegaron las desoladas noches
la profunda tristeza, la efímera risa, el silencio constante…
Hay momentos en que soy la palabra no dicha
como este poema exiliado que el mundo no oyó
como ese punto final que me niego a poner
y que tal vez muchos marchantes pongan por mi
algunos lustros arriba.
Habrá tardes en que mi nombre será la palabra
/que brota del prado
cuando la sombra del árbol sin hojas domine
sobre el camino que esconde la huella de la niña sangrante…
De cualquier forma, en cualquier boca, por cualquier medio
como sonido profundo que se llevan los vientos
o símbolo tallado que se oxida en la aren, eso soy:
La clave cifrada que unos pocos entienden
la placa de mármol tallada en las lenguas
que el mundo no escucha
Eso soy: El jarrón agrietado que se humedeció
/con el llanto y se forjó entre las bombas
la palabra que descubre las ruinas y que perdura
/en el ocaso del tiempo
las olas del mar como voces forjadas susurrando
/tu nombre a los hijos del viento.
Eso soy: La patria milenaria que todas las noches agoniza
/que todas las mañanas se levanta.





 ***




Roque Dalton “GarCIA”


Tengo un país que me nace en cada herida,
/que me duele en todo el cuerpo.
Miro al cielo y lo reconozco en mis ojos.
Un país que un día me abandonó
pero que me acompaña a cada paso.
Su recuerdo se hace cicatriz sobre mi piel.
¿Lo podías sentir, amor, lo podías tocar
/cuando rosabas mis labios con tus dedos?
No, no podías. Te pasaba lo mismo que a mí:
Estiro mis brazos, le llamo, pero él se va.
Es su soledad la que me pesa.
Tengo un país que me duele en todo el cuerpo
un país que después de golpearme varias veces
hoy por fin me mata.




***




Más grande que el río es el hombre


Sí, lo sé. Llegará el momento en que mi voz no tenga asidero.
Mis dedos flotarán a la deriva desnudando a los náufragos
y mis huesos tratarán de hacerse luz de Luna entre los ríos.
Faltará mi cuerpo, faltará mi sombra en el paso de las horas
pero mis palabras ya sin carne, sin angustias, prevalecerán.

                                                                                  Javier Heraud




***



Carta de amor a Cuscatlán

País mío: Si algún día te acuerdas de mí
te espero en el verso que no fue escrito
en ese que se oculta en los dedos que no te señalan
en ese que susurré a tus oídos y que el viento conoce
en ese que escribe la arena en la playa y que las olas se llevan
en ese que recitamos un día
y que ahora se oculta en la lluvia tardía.
Te espero, país mío, mi hijo
en el poema donde me nombras
en el exilio.

                              A la memoria de Mauricio Vallejo



***


Juana María y su arenga en el Tiempo

La única certeza que poseo es que mi cuerpo también es sal
y como sal tendrá que deshacerse algún día en el silencio.
Mi piel será la ausencia, mi hueso el rumor de la sangre que se seca.
Mi palabra: Polvo de Luna que fragmenta balas
el paso del viento entre las ramas.

                                           A Delfina Góchez Fernández, in memoriam



***


Un poeta es un satélite en constante caída

Sé que caeré y también sé que mi cuerpo
se convertirá en ausencia derrotada.
Aun así, estoy tirado en el suelo
intentando unas líneas victoriosas que se unirán
al reclamo irremediable de una muchedumbre
en una plaza.

Habré ganado entonces
porque caí como cualquiera
pero nunca me callé
nunca habitó silencio en mí
menos hoy que como última victoria
le grito tu nombre
a las paredes agujereadas
y mucho menos hoy que como última conquista humedezco
mi agitado pecho
con el rojo de tus labios y mi garganta
con el invisible néctar de tu lengua.

Mueren dos veces aquellos que no dicen nada
al momento de su siembra
y aquellos que no pudieron caer boca arriba
para encontrarse con tu rostro
antes que el frío

abrazo de la muerte en la espalda.
                                                       

                                                     A Leonel Rugama



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