12/29/2012

Edwin Madrid


Blues de la gorda

Cuando es joven cree que puede echar la casa por la ventana. eso me pasó con la gorda y desde el primer momento le empecé a cortejar.

Me has hecho recordar a mi bien amada Janis Joplin, le dije; y era verdad, desde que empezó a cantar se convirtió en la atracción de la fiesta. Su voz alcanzaba registros insospechados, era evidente que podía interpretar a cualquier reina del blues o del jazz. Pero como me dijo luego: de algo hay que vivir hijo. Y eso era cantando bossa nova. 

El sudor corría por su frente, y antes de terminar la quinta o sexta canción parecía un Buda envuelto en una túnica mojada.

Yo me había colocado frente al escenario y aplaudía rabiosamente cada interpretación. Me imaginaba a la gorda desnuda haciendo todos esos gestos. Pero realmente se fijó en mi cuando le ofrecí mi pañuelo para que secara su rostro.

Cantaba con los ojos cerrados, y mientras con una mano sostenía el micrófono con la otra se tapaba el oído derecho. Así, era un biombo humano detrás del cual se escondían la batería y el baterista. Me imaginaba subido en la inmensidad de su carne con mi tallo templado tratando de alcanzar su lujuria.

Al terminar el show se despidió de la banda y se sentó conmigo en la barra. Hablamos y brindamos por todas las causas perdidas. Estaba encantada, y pienso que desde el principio sabía lo que yo quería, por eso cuando salimos de la fiesta y tomamos un taxi me advirtió: Vamos a mi casa pero nada de sexo porque hoy estoy muy loca.

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